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Lo Espiritual como Espacio de Resistencia Cultural

Madre chía que estas en la montaña,

con tu pálida luz alumbra mi cabaña

padre ches que alumbra con ardor,

no alumbres el camino al invasor.

Del poema el Canto Guerrero de los Cuicas, Himno de Resistencia. Trujillo, Venezuela

Rafael María Urrechaga. Compilador.

En esta tierra latinoamericana se estableció una confrontación entre los hombres, sus culturas y sus dioses que hasta hoy persiste.


El ojo mecánico, el corazón con sus tiempos y las emociones que me nutren, impulsados todos como en una película sin fin, la cual se construye día a día, van siempre tras los rastros de la utopía social posible, van siempre un paso adelante intentando develar por medio de la luz y sus enigmas, el misterio de la vida, del tiempo y de la nada, es mi forma particular por medio de la cual me relaciono con el cosmos, con la luz, con la hormiga, con el pájaro, con la piedra, con el árbol, con el sol y con el acontecer cotidiano del ser humano que soy y con los seres humanos con quienes interactúo, voy tras la construcción o desconstrucción de momentos, captando imágenes fotográficas o en movimiento que se hilan en una narración continua, viendo esta realidad en blanco y negro como una forma de concentrarme en lo que pasa frente a la abundancia del color, opto por mirar filtrando, con el sentido de centrar todo en la acción, en que no exista nada que distraiga al ojo y al corazón del momento espiritual, de esa conexión que toma cuerpo frente y dentro de nosotros, donde acciona esa fuerza que mueve montañas, estas imágenes son una especie de crónica cotidiana del accionar social y cultural de un pueblo que se reafirma mediante actos de fe, convocando paralelamente desde mis pulsiones interiores más personales y seducido siempre por la vida, la naturaleza, sus diversos seres y su movimiento.


Esto me ha llevado hasta los espacios sagrados donde el hombre intenta hablar con sus dioses, conversar con ellos dentro de la cotianidad, llena de necesidades de amor, salud, bienestar propio y bienestar de los otros en búsqueda de la paz integral como estado de equilibrio ideal; hombres y mujeres que se acercan a estos lugares para conectarse con seres mágicos (María Lionza, Yara, Guaichía, las tres potencias, conformadas por María Lionza, el negro Felipe y Guaicaipuro, la corte libertadora, la corte médica, la corte chamarrera) con poderes sobre el bien y el mal, salidos en su mayoría de un larga noche, en un proceso socio-histórico de una construcción cultural mítica continua que cambia y que se reinstala en las almas por la necesidad que en ese momento los oprime y desespera, gente devolviendo a estas deidades ofrendas en sus espacios naturales donde se entregan a su fe, sus cantos, sus altares, sus acciones de bien, (otros menos, de mal) sus ritos por los beneficios de la acción divina de estos seres reales e imaginarios que habitan el espiritualidad del venezolano.

Esto se ha convertido en una forma de vida y en una forma de resistencia cultural inconsciente muchas veces otras no tanto, vivencia de nuestra mezcla infinita de creencias, de colores de religiosidades y espiritualidades que se unieron en esta tierra, generando esta diversidad única e irrepetible. Todo comenzó con la llegada del poder imperial español quienes traían sus estandartes, sus armas y sus dioses, su poder de fuego, se inició un largo proceso de imposición de un pensamiento, que quiso borrarlo todo imponiendo a sus deidades, golpeando con sus caballos especie de máquinas de guerra vivas, usando la retórica de sus fariseos, en su deseo por conquistar a sangre y fuego por medio del arcabuz y la cruz, a esta la nueva tierra, a nuestros ancestros, hombres y mujeres que habitaban este espacio y a sus almas.


Desde esos tiempos siempre ha existido esa necesidad de reafírmanos, de redimensionar lo que nos construye y nos constituye como resultado de nuestro largo proceso cultural y de esa acción, resultado de ese impacto, de ese intento por cancelarnos como seres particulares, diferenciados a partir de la irrupción de quienes pretendieron y pretenden dominarnos.

Nuestra tierra espacio fértil para la resistencia.


De esa gran mezcla (indígenas, negros, blancos) surgieron ríos de sangre con muchas vertientes que han marcaron nuestra impronta cultural y social y que hoy se revelan dentro de las diversas manifestaciones de resistencia cultural, espiritual y de su accionar activo desde lo mágico religioso y social comunitario, esta tierra ha sido y será por siempre un espacio fértil para una resistencia, que hoy se vive más allá de los discursos puntuales desde lo político tradicional y que se instala como una fuerza invisible en esa cotidianidad, en esa forma de vivir, comer, hacer y de escuchar música, de bailar, enamorarse y de sentir, de luchar y crear desde nuestra venezolanidad que va y que viene, asumiendo nuestra caribeañidad desde nuestro sentido de pertenecía hacia lo latinoamericano.

Somos seres particulares, que desde el hecho diario nos reafirmamos como pueblo con sentido histórico y con particularidades como cada uno de los que existe sobre este planeta, en búsqueda constante de esas utopías sociales aún por construirse, muchas veces con los obstáculos propios de los caminos poco transitados, mucha veces teniendo que replantear no el destino, sino la forma de transitar estas búsquedas.


Tenemos como necesidad, ver más hacia nosotros (la riqueza que nos conforma) y dejar de ver siempre hacia modelos foráneos de distinto signo ideológico, que no nos pertenecen y que no se parecen a lo que somos (tenemos mucho que aprender de nuestras procesos propios y de las sociedades originarias con prácticas realizadas desde el accionar social por las mismas comunidades) y su forma de esta búsqueda teniendo a la naturaleza sus seres y dentro de ella a el hombre y su accionar como ser cultural.


Mi historia viva

Las imágenes que capto reafirman parte del pensamiento que exacerban mis sentimientos y emociones, no me veo fuera de lo que hago me interno en esa madeja para ver desde adentro, todo lo experimento en carne propia en búsqueda de respuestas y teniendo a la imagen como herramienta para indagar en lo que somos en esta aventura que significa la vida. Son mil cosas y mil diversidades que intentan aprehender esa búsqueda en movimiento.


Soy un ser que necesita respuesta frente a lo que significa la vida, fui al encuentro de las imágenes, buscando respuesta a mis propias interrogantes, hasta los espacios sagrados una y otra vez, un viaje en dos sentidos uno en el que yo podía captar, intuir y construir desde lo visual apostando lograr alguna interpretación de estos universos y en otro sentido mi viaje interior donde me conecte con esa vivencia a partir de mis interrogantes, de mis miedos y mis necesidades terrenales y espirituales, así lo que narro fue tal cual lo que sentí y viví.


Estaba fotografiando muy cerca de lo que acontecía, intentando retener esos fragmentos de vida y tiempo buscando las miradas donde quería encontrar por medio de sus ojos algún sentido a esta experiencia mística. De uno y otro lado se escuchaban oraciones, palabras muchas veces que no entendía que venían como desde la tierra a través de los hombres y de los espíritus invocados, un pequeño hombre en trance convertido por la fuerza de la fe en espíritu de Guaicaipuro se acercó hasta a mí, me hablo, yo le doblaba en peso, de un momento a otro desarrolló una fuerza inusitada y me cargó sobre sus espaldas mientras veía a los ojos de otros que esperaban sus palabras de respuesta y su bendiciones, el caminó conmigo por un tiempo; yo de ser el fotógrafo pasé a ser sujeto, mi compañera Ángela tomó su cámara y registró lo que acontecía mientras yo lo vivía. Al otro día este hombre que había regresado como tal a la tierra me convocó porque intuyó mi necesidad para realizarme un trabajo, un despojo, una limpia, me pidió que comprara algunas cosas como pólvora, ron, tabacos, escarcha dorada, velas, etc.; ese día trascurrió intenso, ellos pertenecían a una caravana de creyentes al estado Aragua, su corte es la corte indígena encabezada por Guaicaipuro, Tiuna, Terepaima, Yoraco.


Allí estaba yo, en medio de un sueño cercado por los tambores, mí trabajo fue el último de la tarde y estuvo cargado de las voces de todos los hombres y los espíritus que se instalaron a dilucidar mi suerte, mi cuerpo estaba pegado a la tierra, pegado al origen, escuchaba voces, los tabacos se abrían y se consumían convirtiéndose casi en un carbón, la pólvora corría en su fuego cerca de mi piel, sentí mucho gente que ya no está, en especial a mi tía Hermida, ella quien siempre tuvo para mi mil gestos de afecto y cuidado, sentí a través de mis ojos que permanecían cerrados un túnel inmenso de luz una elevación del suelo mientas las voces de los espíritus convertidos en hombre gritaban Fuerza!!!! Fuerza!!!! Fuerza!!!!


Después del éxtasis me bañaron con agua de flores, en mi se instaló un alivio venido de otros cielos, como una paz única e irrepetible que se interiorizó.


Las imágenes logradas reflejan lo vivido como una experiencia mágico religiosa, testimonios de un tiempo y de una vivencia que no aspira a convencer a nadie sino a ver de maneras más clara sobre los significados de esa resistencia, que nace de nuestros ancestros, de nuestras luchas y nuestra fe por construir una sociedad pluricultural, diversa, rica en intercambios, en respeto por cada cultura y de cada fe.

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